27/08/2020 -  4 minutos de lectura Por Amparito Chavarría

Grandes transformaciones se van evidenciando en la industria de los alimentos y las bebidas, que deberá ser más digital, trazable, segura y empática; impactada por un consumidor cuyas demandas oscilan entre la conciencia nutricional y social, la digitalización, el miedo al contagio y las prioridades que los horizontes económicos y epidemiológicos nos deparen. Unas lo hacen más sofisticado y demandante, otras los retraen y generan un retorno a lo esencial. 

¿Cómo estamos haciendo las compras en Costa Rica?

Hoy la industria debe dialogar con un consumidor digitalizado, hipersensibilizado por el contexto, preocupado por su salud. Un consumidor ahorrativo a la fuerza o eficiente a conciencia, un consumidor que ya no creerá en ningún relato de sostenibilidad que no sea el de los hechos. Un consumidor más sincero consigo mismo, capaz de permitirse y separar el placer de comer del conocimiento avanzado de sus necesidades nutricionales. 

 

  • Dirigir el desconcierto del consumidor hacia su reencuentro con la industria

Los comportamientos del consumidor se mueven con velocidades y direcciones variadas, detonados por la aceleración de hábitos tecnológicos, nuevas preocupaciones, el regreso a lo básico, contextos socioeconómicos diversos, y una conciencia e interés ampliado hacia el mundo de la alimentación. Sin embargo, estos patrones deberán converger en una industria que usará el Data Science para adecuar su propuesta de valor ante realidades que seguirá rutas cambiantes, patrones yuxtapuestos que habrá que atender de manera diferenciada para no perder nuevas oportunidades ni cuota de mercado. La industria tendrá el rol de diseñar la ruta para el reencuentro de una nueva forma de relacionarse con  los consumidores.

  • Llegar a un consumidor emocional y racional al mismo tiempo.

Es la hora de los ingredientes, la compra a granel, los superfoods, pero también de los indulgentes. La preocupación por la salud dinamiza la ya existente industria de los superfoods y alimentos funcionales. El ahorro, la cocina en casa y los productos a granel, que se comercializan siguiendo patrones digitales. Esto modela un consumidor más racional. Sin embargo, en este marco de mayores cuidados y restricciones los llamados  alimentos “indulgentes” recuperan su estatus de generadores de bienestar emocional. Entra en vigencia el consumo emocional de los alimentos que nos generan satisfacción, pero de modo consciente.

  • Avanzar hacia un modelo ágil de producción basado en la demanda

Si algo vino a cambiar esta crisis es el modelo de producción, que deberá integrarse a la naturaleza de la transformación digital, en ecosistemas flexibles, ágiles e inteligentes. Ya no se trata solo de conocer al consumidor sino de ser capaces de integrar este conocimiento en toda la cadena de valor, para que pueda reaccionar a tiempo, con menos procesos de planificación y más herramientas de flexibilidad. En este contexto, la industria deberá poner menos atención a sus volúmenes y atender más a la precisión, eficiencia y sostenibilidad de toda su cadena de valor.

  • Generar una conversación más allá de lo nutricional: los productos dialogan con el consumidor

Así como las RRSS cambiaron el clásico paradigma comunicacional emisor-receptor, la pandemia y la aceleración digital están cambiado la relación producto-consumidor, sacando al segundo de esa instancia de pasividad y poniéndolo en el centro. El consumidor empieza a dialogar con los productos que consume, no solo a travez de las etiquetas inteligentes y otras tecnologías, sino desde su elección, su manera de comprar, el modo de consumo, pues está dejando feedback y rastro en cada instancia. La escucha continua y el procesamiento de la data serán claves en esta personalización.

  • Reemplazar la RSE por modelos eficientes de producción sostenible.

El greenwashing queda totalmente descontextualizado, tanto por la presión económica como por el arribo a una conciencia social más crítica: el compre local, la conciencia económica, la huella de carbono,  la trazabilidad, frescura y la confianza en el impacto de los productos. En este sentido, la transparencia será un vector determinante. Quienes puedan determinar trazabilidad, fiabilidad y origen llevarán las de ganar; transformar la manera, no solo de producir, sino de demostrar que se produce de manera eficiente, desde la relación con los actores de la cadena de valor a la mirada cada vez más detallista de los consumidores. Si el consumidor va hacia una alimentación más sencilla, natural y ecológica, la industria también tendrá que hacerlo.

  • Lograr una completa experiencia de compra en digital.

Conforme el aislamiento se prolongue, el reclamo de experiencia digitales más cercanas a la “realidad”, serán parte de la nueva normalidad. Las tecnologías inmersivas como la Realidad Aumentada cobrarán más valor y presencia, no solo como escaparates, sino como ambientes interactivos y sociales, donde podamos reconstruir los vínculos experiencias parcialmente canceladas.

La industria de food & drinks tiene el reto de crecer de forma estratégica en todo este proceso industrial y tomar decisiones de cómo quiere impactar al consumidor, y cómo brindar esa seguridad que necesita para comprar. Hoy tenemos un consumidor que le perdió el miedo a la digitalización y que busca entender todo el proceso de trazabilidad de los productos, saber que se lleva a su casa y ser  más consciente de cómo se alimenta, qué le aportan los productos a su salud, su entorno, su vida.